lunes, 27 de junio de 2011

La semilla

Ya no hay humanidad.

Cuando las cosas van bien, todo son sonrisas, ellas, o viriles palmadas en la espalda, ellos. Pero basta un pequeño error, para que un prestigio labrado a base de ingeniosos comentarios y chispeante espontaneidad se vaya al garete.
Yo notaba que me miraban raro. Como si hubiera descendido de ese peldaño extra en el que suelo encontrarme y estuviéramos a la misma altura, pero no terminaba de entender qué ocurría. Hasta que he ido al baño y, haciendo un poco el zoolander en el espejo, he visto que tenía una semilla negra como la noche que te dejó tu primera novia entre los dientes.
Ese maldito panecillo integral estaba bien bueno, pero supo jugar sus cartas y me ha puesto en una posición complicada. No solo porque ahora no puedo quitarme el fruto de sus entrañas, si no, sobre todo, por lo inesperado de la situación.
Cuando uno come pipas, sabe que corre un riesgo, le ve las orejas al lobo y aún así da un paso adelante, con valentía, pero esto... esto no se hace. Son bajas civiles innecesarias. Es volar todos los puentes. ¿Nadie piensa ya en los niños?

Panecillo desagradecido, hora y media de clase, y hora y media tapándome con el cartelito de la boca feliz dibujada. El cartelito de los anuncios de pasta dentífrica. El cartelito 15M para las emergencias bucodentales.

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