lunes, 28 de noviembre de 2011

La maquina prensa-botellas

Adentro. Afuera. Adentro. Afuera.
Como si fuera un partido de tenis, las cuatro personas que desde hace cinco minutos esperamos a que el anciano termine de introducir sus botellas de plástico, comprobamos como el hombre introduce una botella, la maquina la rechaza y él, inasequible al desaliento, lo vuelve a intentar.
Es un espectáculo patético, sí, pero hipnótico.

Estamos todos como en trance observando al perseverante octogenario repetir la misma acción, Adentro Afuera, sin torcer el gesto ni mostrar signo alguno de desgaste.
Hay un interés morboso por saber cuanto más tiempo seguirá probando.
El joven punki que al principio parecía que iba a gritarle algo malhumorado, ahora parece volcar con su mirada un apoyo de lucha contra el sistema.
Solo una de las mujeres, que se castiga el labio con los dientes en señal de crispación, se muestra abiertamente descontenta con la situación. Pero tampoco dice nada.

Uno podría pensar que este caballero de sienes plateadas es un simpático tozudete, una suerte de Rompetechos en carne y osteoporosis, que pone en esta empresa el mismo tesón que en su día puso en, es un suponer, el exterminio de sus enemigos en la Segunda Guerra Mundial.
Es posible, sí.
Yo me inclino más por pensar que es simplemente idiota. Y que el cristal y el plástico son materiales claramente diferentes.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Nudo gordiano

Ahora el brazo y... no, no, no, hay que parar la maniobra, está respirando más fuerte. ¡Parece que despierta!
Falsa alarma, era un pequeño espasmo.
¿Lo era de verdad... o lo ha fingido para ganar terreno? Hum... Puede ser, desde luego encaja en el perfíl.
Astuta, muy astuta...

Comienzo a retirar el brazo suavemente y... sí, ahora es un buen momento, con un delicado giro sitúo mi cuerpo casi en perpendicular al suyo. Así, así... y ahora... oh-oh, he hecho un movimiento un poco brusco. ¿Qué hago, qué hago? Voy a acariciar su pelo. Eso es, eso es, tranquila, tranquila. Palo y zanahoria, palo y zanahoria. Se quita un brazo y se hace una carantoña.
Ahora solo tengo que... dejar que su cabeza vaya resbalando por mi pecho, terminar de liberar el brazo derecho y con el izquierdo... ¿dónde está, dónde está? aquí, con el izquierdo coloco el libro de autoayuda bajo su cabeza para amortiguar el impacto. Muy bien, muy bien, esto ya casi está hecho. "Pom pom, pom pom", simulo un poco con la boca el latido del corazón, y el efecto está conseguido.
Ya casi está, ya casi está... ah, libre, por fin.
Ahora un giro de croqueta a la izquierda y ¡a dormir!

No, no, ¡no!
Magnífica reacción, lo tengo que reconocer. Abrazo lateral con cerrojo en piernas.
Ésta va a ser una noche muy larga.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Las sobras

¿De verdad que no quieres más? Pero si te quedan al menos dos o tres cucharadas... ¿Cómo que sin sustancia? Que solo quede el liquido no quiere decir nada, seguro que está tan buena como hace diez minutos. Además, a nivel molecular, todavía hay pequeños trocitos de miso y tofu flotando.
Mira, ves, un poco fría, un poco insulsa, una sopa presa de sus circunstancias, sí, pero aún con un indudable alto poder nutritivo.

Pero, ¿cómo decoración? Perdona, pero hasta donde yo sé, de toda la vida estas flores colocadas estrategicamente se comen.
Bueno, claro, si no le echas nada es un sabor un poco amargo pero, fijate, fijate, cogemos este sobre con toallita de limón, lo exprimimos bien para que caigan dos o tres gotas sobre la margarita y, entonces, ¿qué me dices? Esto ya es otra cosa, ¿eh? La cosa cambia, ¿eh? Esto no te lo esperabas, ¿eh? Son... pequeños truquis que aprende uno.

Esos granos de arroz, ¿te los vas a dejar? Es una pena, ¿no?
No, no, si estoy lleno pero no sé... me parece un poco embarazoso que venga el camarero y vea que te has dejado medio plato.
Vale, medio no, pero, entiéndeme, el efecto de cara al cocinero es el mismo.
No discutamos, por favor, no discutamos. Tú no quieres comer más y yo me siento un poco mal por dejar esos granos ahí, solos, a la buena de Dios. Anda, acercame el plato, haz el favor. Y pasame lo que te queda de pan ya que estás. Para empujar.

Sí, estaba todo muy rico.
Oye, te quería preguntar... ¿El menú venía con postre? ¿te vas a terminar el agua?

lunes, 7 de noviembre de 2011

Olor a húmedo

Pero, pero... ¡será posible! Si no hace ni una hora que saqué la ropa de la lavadora. ¿Qué desmane es éste?
¿Qué caprichosa alteración en las particulas de mis camisetas se ha producido que hace que éstas huelan a toalla de interrail? ¿Qué romance medieval se ha consumado a mis mojadas espaldas? ¿Es este el maridaje camiseta-gorro de piscina en el que estaba trabajando Adrià? ¿Será verdad que, como predijo la malvada gitana, no volveré a oler a algo que no sea calcetín de deporte?

¿Debo pasar página?
¿Asumir que los años de piel de culito de bebé y fragancia a Nenuco han terminado?
¿Admitir que ya nunca daré ese último estirón que me prometió el pediatra?
¿Que el carnet del club Napy ya nunca me llegará?
¿Que el esfuerzo físico que antes me suponía correr dos kilómetros a la pata coja, ahora es ampliamente superado por el efecto de levantarme de una silla?
¿Que los suspensos en Física tenían una base muy real?
¿Que mis otrora potentes ojos no son capaces de leer el periódico sin la ayuda de monóculo o lupa?
¿Que el sonotone nunca estuvo ni estará de moda?
¿Que no son marcas de expresión, son arrugas?
¿Que en el otoño de mi caída del pelo, no hay primavera que valga?
¿Que la diferencia entre una fruta madura y una pocha es cuestión de días?
¿Debo, pues, aceptar todas estas cosas?

No, quizás no sea necesario. Quizás solo deba volver a comprar detergente.