lunes, 31 de octubre de 2011

El viaje

Han pasado una,
Cuatro unidades de desplazamiento.

dos,
Unas monedas saltan en el salpicadero. Su sonido apenas puede atravesar la espesa capa creada por el ruido del motor que, como la lluvia a los coches que van en sentido contrario, nos envuelve.

tres,
Él, gafas y auriculares externos, sus ojos fijos en la carretera. Una amplía cicatriz en la base del cuello añade una cierta oscuridad a una cara que, a pesar de la edad, es eminentemente infantil. Conduce a más de 160 km por hora y todo pasa muy rápido; los pueblos, los letreros, los árboles... son figuras difusas que solo puedo intuir.
cuatro,
A su lado, ella parece dormir mecida por la música de su mp3 y los vaivenes del coche, pero su pelo teñido en diferente colores se agita a intervalos regulares cada vez que la violenta tos la obliga a ello. Al recostarme sobre la ventanilla, leo la inscripción de su tatuaje; "Espero que me perdones".
cinco,
A mi izquierda, ella, jersey con capucha elástica que se cierra en la frente, al modo de los tocados musulmanes, no levanta la vista de su teléfono, que teclea sin descanso y del que están conectados sus auriculares. En su regazo reposa un libro de costura.

seis horas. Final del recorrido.
No era necesario que llegara la noche para que se convirtieran en fantasmas.

lunes, 24 de octubre de 2011

El solitario

Señora, por Goethe, module un poco el tono de voz, déjenos leer el texto a nosotros o aplaste nuestras cabezas con el libro de gramática alemana, pero haga algo, que esto es insoportable.

Nada, no hay manera. A grandes males, grandes remedios. El móvil fuera de la cartera y Menú, Juegos, Solitario, Comenzar.

Bueno, bueno, bueno... qué apasionante reto me ha sido propuesto: siete cartas descubiertas, veintiuna ocultas y veinticuatro en el mazo en grupos de tres. Cómo me lo voy a pasar. Hasta la mano dibujada en el anverso de cada naipe parece darme ánimos.
Vamos a ir colocando este As ahí... Así, muy bien. Le damos la vuelta a la carta que estaba detrás y... Bueno, todavía no puedo hacer nada con el resto.
Venga, no pasa nada, vamos a descubrir las que hay en el mazo. Nada, nada, nada, ¡hey, un Cinco! ah, no que es de picas, nada, nada, nada, ¿nada? ¿Ya está? ¿Se ha acabado el mazo y ni una carta me vale? ¿Pero que esto? ¿Qué concepto de la diversión tiene el fabricante?

En fin, Nuevo Juego.
Ahora sí, el Tres sobre el Cuatro y el Diez sobre la J. Descubrimos y... nada.
Bueno, hay que empezar con el mazo. Nada, nada, nada, nada, nada, nada, nada y ¿un Dos? ¿Me dais un Dos para colocar en la última tanda del mazo? ¿Me estáis vacilando?

Hum... Nuevo Juego.
Nada que mover...
Paciencia, a ver en el mazo: Nada, nada, nada, nada, nada, nada, nada, nada. Ejem.

Nuevo Juego.
Nada.
Y en el mazo... Nada, nada, nada, nada, nada, ¿me acaba de hacer un corte de mangas la mano del anverso?, nada, nada, nada. EJEM.

Nuevo Juego.
Nada y... nada.

...

Sí, no hay duda. La mano me está saludando.
Con el dedo corazón.

lunes, 17 de octubre de 2011

Cojo

Cojito, me he quedado cojito para el resto de mi vida.
Yo, que fui ejemplo a seguir por mis compañeros del colegio en las pruebas de atletismo. Yo, que porté la antorcha olímpica en Barcelona 92. -Voy a cargar un poco más el peso en la pierna izquierda- Yo, que caminé junto a Luther King sobre Washington. Yo, que sustituí la baja laboral de Hermes por un problema de juanetes.

Todo eso se terminó, se acabó. Los años de gloria han llegado a su fin. El corneta del tercer regimiento toca a retaguardia. -Nada, que la gente sigue sin darse cuenta de mi drama- Los días de vino y rosas se tornaran en sopitas de pollo y geranios.
La mía será una existencia de postración. Una existencia condenada a marchitarse en un cuerpo inútil, cárcel de un alma que querría ser libre, libre...
Libre para ir a las reuniones de vecinos, libre para abrir al cartero si el telefonillo no funciona, -Y esta anciana que no me cede el asiento...- libre para bajar al mercado y decirle al carnicero: Soy un hombre libre y necesito mi libertad, póngame tres filetes finos de tapilla. No, de ese no, que tiene mucho nervio.

Tú y solo tú serás báculo de mi vejez, oh rama recién encontrada y ya venerada. Tú guiarás mis pasos ciegos. Tú soportarás el peso de mi dolor. -¿Debo retorcerme en el suelo para captar su atención? ¿Es eso lo que quiere? ¿Ver mi cara descompuesta suplicando por el asiento reservado a embarazadas?- Este dolor reciente pero ya inseparable, fruto emponzoñado de interminables paseos, calle arriba, calle abajo, con parada en dolorosos museos.

Una cojera hija de la cultura. Una victima más de la temida visita materna.

lunes, 10 de octubre de 2011

El chicle

El momento en el que entro con la recepcionista en la sala de entrevistas.
El momento en el que me siento y repaso mi curriculum.
El momento en el que descubro que tengo un chicle en la suela del zapato.
El momento en el que mi cara palidece.
El momento en el que quito el chicle y lo tiro debajo de la mesa.
El momento en el que miro a la puerta.
El momento en el que miro al chicle.
El momento en el que miro a la puerta.
El momento en el que miro al chicle.
El momento en el que me muerdo las uñas.
El momento en el que miro a la puerta.
El momento en el que miro al chicle.
El momento en el que miro a la puerta.
El momento en el que miro al chicle.
El momento en el que recojo el chicle.
El momento en el que me meto el chicle en la boca.
El momento en el que hago esfuerzos por tragarme el chicle.
El momento en el que respiro con cara de alivio.
El momento en el que miro el curriculum.
El momento en el que me estiro con cara de felicidad.
El momento en el que veo mi reflejo en la cámara instalada en el techo.

lunes, 3 de octubre de 2011

La niña

Ando.
La felicidad de una niña saludando insistentemente al otro lado de la calle hace que me pare y busque la persona a quien se dirige.
Un viento frío me impulsa a subir la cremallera de mi chupa.
No hay nadie al otro lado de la calle, ni en la acera, ni en ninguna de las ventanas del edificio. Busco de forma denodada alguien que, aún sin pretenderlo, sea causa y razón del comportamiento de la chiquilla. Sigo el trazo invisible de sus saludos. Escudriño hasta el último rincón.
Pero no hay nadie.

No. Sí, sí hay algo. Una presencia, quizás un conjunto de ellas. No las veo ni las siento pero se que están ahí.
Todos los movimientos de la niña declaran un dialogo inequívoco con ellas, aunque no obtenga respuesta.

Sí, es un dialogo, pero ¿con quien? me pregunto desesperado ¿con quien?