Han pasado una,
Cuatro unidades de desplazamiento.
Cuatro unidades de desplazamiento.
dos,
Unas monedas saltan en el salpicadero. Su sonido apenas puede atravesar la espesa capa creada por el ruido del motor que, como la lluvia a los coches que van en sentido contrario, nos envuelve.
tres,
Él, gafas y auriculares externos, sus ojos fijos en la carretera. Una amplía cicatriz en la base del cuello añade una cierta oscuridad a una cara que, a pesar de la edad, es eminentemente infantil. Conduce a más de 160 km por hora y todo pasa muy rápido; los pueblos, los letreros, los árboles... son figuras difusas que solo puedo intuir.
Unas monedas saltan en el salpicadero. Su sonido apenas puede atravesar la espesa capa creada por el ruido del motor que, como la lluvia a los coches que van en sentido contrario, nos envuelve.
tres,
Él, gafas y auriculares externos, sus ojos fijos en la carretera. Una amplía cicatriz en la base del cuello añade una cierta oscuridad a una cara que, a pesar de la edad, es eminentemente infantil. Conduce a más de 160 km por hora y todo pasa muy rápido; los pueblos, los letreros, los árboles... son figuras difusas que solo puedo intuir.
cuatro,
A su lado, ella parece dormir mecida por la música de su mp3 y los vaivenes del coche, pero su pelo teñido en diferente colores se agita a intervalos regulares cada vez que la violenta tos la obliga a ello. Al recostarme sobre la ventanilla, leo la inscripción de su tatuaje; "Espero que me perdones".
cinco,
A mi izquierda, ella, jersey con capucha elástica que se cierra en la frente, al modo de los tocados musulmanes, no levanta la vista de su teléfono, que teclea sin descanso y del que están conectados sus auriculares. En su regazo reposa un libro de costura.
seis horas. Final del recorrido.
No era necesario que llegara la noche para que se convirtieran en fantasmas.
seis horas. Final del recorrido.
No era necesario que llegara la noche para que se convirtieran en fantasmas.