lunes, 3 de octubre de 2011

La niña

Ando.
La felicidad de una niña saludando insistentemente al otro lado de la calle hace que me pare y busque la persona a quien se dirige.
Un viento frío me impulsa a subir la cremallera de mi chupa.
No hay nadie al otro lado de la calle, ni en la acera, ni en ninguna de las ventanas del edificio. Busco de forma denodada alguien que, aún sin pretenderlo, sea causa y razón del comportamiento de la chiquilla. Sigo el trazo invisible de sus saludos. Escudriño hasta el último rincón.
Pero no hay nadie.

No. Sí, sí hay algo. Una presencia, quizás un conjunto de ellas. No las veo ni las siento pero se que están ahí.
Todos los movimientos de la niña declaran un dialogo inequívoco con ellas, aunque no obtenga respuesta.

Sí, es un dialogo, pero ¿con quien? me pregunto desesperado ¿con quien?

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