lunes, 19 de diciembre de 2011

Lluvia

Bueno, ya lo que me faltaba. Por si el día no hubiera sido lo suficientemente asqueroso, ahora esto. Me voy a calar antes de llegar a casa sí o sí.
En fin, si me voy a empapar, mejor hacerlo sin aspavientos y aceptándolo con la templanza samurái que me caracteriza.
Ay, cuántos golpes no me ha de dar esta vida...

Bien mirado, no es tan horrible. Tiene su gracia. Es, es... es casi placentero.
Saber que el agua que resbala por mi cuerpo es la misma que aquella con la que se lavó los pies uno de mis ancestros y que será la misma que beba el último de mis descendientes...
No sé, siento... siento algo especial.
¿Y si... y si me dejara llevar?
Sí, sí, cae sobre mi, lluvia. Mójame, límpiame, hazme uno con el universo. Cierro los ojos y abro mis brazos. Recibo tu llegada. Eres la naturaleza desatada que el hombre no ha podido corromper. Todo da vueltas y el frío que me haces sentir me mantiene vivo. Es tal la energía que siento que

Joven ahogado en el río Spree.
Testigos oculares afirman que el joven se precipitó al vacío tras dar varias vueltas sobre sí mismo.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Atropello

Agh... me duele todo. ¿Estoy bien? Parece que sí.
Menos mal que las botas y la chupa han parado un poco el impacto.
Christopher Reeve dijo lo mismo al caerse del caballo.

Ahí viene. ¿Lo habrá hecho a proposito? No tiene sentido pero tiene que haberme visto, no lo entiendo.
Se disculpa. No se lo cree ni él. No llega a admitir su culpa, en el fondo piensa que le tenía que haber dejado pasar y que me lo merezco.
Llega su mujer. Parece asustada. Tanto que no puede ni hablar, aunque sus ojos parecen pedirme perdón. ¿Qué es esto, una versión actualizada de poli bueno, poli malo?
Qué tío, abre la cartera y me ofrece veinte euros. Por si tengo que reparar alguna cosa de la bicicleta, dice.
La mujer me mira con ojos implorantes, cógelos, cógelos, te lo mereces.

¿Me lo merezco? ¿Sí? ¿El dinero? ¿El golpe? ¿Los dos?
De acuerdo, mi bicicleta tiene unos frenos como para representar El Cascanueces en patinaje artístico, la luz no funciona y mi timbre, marca ACME, no impone gran cosa, pero el que se ha saltado el semáforo ha sido él. Y eso sigue teniendo alguna importancia, ¿no?
Además, tampoco es que su coche esté en perfectas condiciones, que todos hemos visto su tapacubos saltar como alegre conejo al encontrarse con mi pie.
Pero el que iba en bicicleta era yo, cierto.
Como en el pasado y en el futuro, yo en bicicleta y él en Mercedes.

Veinte euros por las molestias.
Veinte euros con ojos de hombre magnánimo.
¿Tendré que pagar intereses?

lunes, 5 de diciembre de 2011

El hombre importante

Él es un hombre importante. Observen si no con que decisión deja la bicicleta, entra en el edificio, sube las escaleras y cierra la puerta de la sala de espera ignorando el cartel que dice que no se debe cerrar. Abra paso, populacho, ¿no ve que el rey ya ha llegado? parecen gritar sus brazos en jarras y piernas levemente abiertas.
Una entrada magistral que atrae las miradas de los allí reunidos, sí, pero que pasado ese instante dorado, ese momento que parece contener brillos de pan de oro, queda cortada por una realidad inapelable: en cuestión de segundos ha pasado de ser alguien importante, a ser ese señor del fondo que cuenta las baldosas para evitar el tedio de la espera.

Pasan los minutos, diez, veinte, treinta, ¡cuarenta! y la cola no avanza. ¿Cómo es posible que esto esté sucediendo? ¿No se dan cuenta que mi tiempo es oro, que no lo puedo perder con estas tonterías? se pregunta más y más enojado.
Mira, carraspea, anda en círculos, resopla, aprieta los puños y musita palabras de indignación por lo bajo.
Al otro lado de su enfado, una cola imperturbable y una oficina inexpugnable.

De pronto ¡noticias! hoy no habrá servicio hasta dentro de una hora. Las protestas ante la situación se extienden por toda la sala y se forman corrillos quejosos.
Él no se rebaja a discutir con el resto.
Él, muy digno, se encamina hacia la salida y gira levemente la cabeza para lanzar una última mirada de desprecio. Una mirada implacable que le eleva por encima de los demás.
Pero todo lo que sube, baja, y así lo entiende una puerta, la puerta que no se debía cerrar y con la que ha venido a chocar.

lunes, 28 de noviembre de 2011

La maquina prensa-botellas

Adentro. Afuera. Adentro. Afuera.
Como si fuera un partido de tenis, las cuatro personas que desde hace cinco minutos esperamos a que el anciano termine de introducir sus botellas de plástico, comprobamos como el hombre introduce una botella, la maquina la rechaza y él, inasequible al desaliento, lo vuelve a intentar.
Es un espectáculo patético, sí, pero hipnótico.

Estamos todos como en trance observando al perseverante octogenario repetir la misma acción, Adentro Afuera, sin torcer el gesto ni mostrar signo alguno de desgaste.
Hay un interés morboso por saber cuanto más tiempo seguirá probando.
El joven punki que al principio parecía que iba a gritarle algo malhumorado, ahora parece volcar con su mirada un apoyo de lucha contra el sistema.
Solo una de las mujeres, que se castiga el labio con los dientes en señal de crispación, se muestra abiertamente descontenta con la situación. Pero tampoco dice nada.

Uno podría pensar que este caballero de sienes plateadas es un simpático tozudete, una suerte de Rompetechos en carne y osteoporosis, que pone en esta empresa el mismo tesón que en su día puso en, es un suponer, el exterminio de sus enemigos en la Segunda Guerra Mundial.
Es posible, sí.
Yo me inclino más por pensar que es simplemente idiota. Y que el cristal y el plástico son materiales claramente diferentes.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Nudo gordiano

Ahora el brazo y... no, no, no, hay que parar la maniobra, está respirando más fuerte. ¡Parece que despierta!
Falsa alarma, era un pequeño espasmo.
¿Lo era de verdad... o lo ha fingido para ganar terreno? Hum... Puede ser, desde luego encaja en el perfíl.
Astuta, muy astuta...

Comienzo a retirar el brazo suavemente y... sí, ahora es un buen momento, con un delicado giro sitúo mi cuerpo casi en perpendicular al suyo. Así, así... y ahora... oh-oh, he hecho un movimiento un poco brusco. ¿Qué hago, qué hago? Voy a acariciar su pelo. Eso es, eso es, tranquila, tranquila. Palo y zanahoria, palo y zanahoria. Se quita un brazo y se hace una carantoña.
Ahora solo tengo que... dejar que su cabeza vaya resbalando por mi pecho, terminar de liberar el brazo derecho y con el izquierdo... ¿dónde está, dónde está? aquí, con el izquierdo coloco el libro de autoayuda bajo su cabeza para amortiguar el impacto. Muy bien, muy bien, esto ya casi está hecho. "Pom pom, pom pom", simulo un poco con la boca el latido del corazón, y el efecto está conseguido.
Ya casi está, ya casi está... ah, libre, por fin.
Ahora un giro de croqueta a la izquierda y ¡a dormir!

No, no, ¡no!
Magnífica reacción, lo tengo que reconocer. Abrazo lateral con cerrojo en piernas.
Ésta va a ser una noche muy larga.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Las sobras

¿De verdad que no quieres más? Pero si te quedan al menos dos o tres cucharadas... ¿Cómo que sin sustancia? Que solo quede el liquido no quiere decir nada, seguro que está tan buena como hace diez minutos. Además, a nivel molecular, todavía hay pequeños trocitos de miso y tofu flotando.
Mira, ves, un poco fría, un poco insulsa, una sopa presa de sus circunstancias, sí, pero aún con un indudable alto poder nutritivo.

Pero, ¿cómo decoración? Perdona, pero hasta donde yo sé, de toda la vida estas flores colocadas estrategicamente se comen.
Bueno, claro, si no le echas nada es un sabor un poco amargo pero, fijate, fijate, cogemos este sobre con toallita de limón, lo exprimimos bien para que caigan dos o tres gotas sobre la margarita y, entonces, ¿qué me dices? Esto ya es otra cosa, ¿eh? La cosa cambia, ¿eh? Esto no te lo esperabas, ¿eh? Son... pequeños truquis que aprende uno.

Esos granos de arroz, ¿te los vas a dejar? Es una pena, ¿no?
No, no, si estoy lleno pero no sé... me parece un poco embarazoso que venga el camarero y vea que te has dejado medio plato.
Vale, medio no, pero, entiéndeme, el efecto de cara al cocinero es el mismo.
No discutamos, por favor, no discutamos. Tú no quieres comer más y yo me siento un poco mal por dejar esos granos ahí, solos, a la buena de Dios. Anda, acercame el plato, haz el favor. Y pasame lo que te queda de pan ya que estás. Para empujar.

Sí, estaba todo muy rico.
Oye, te quería preguntar... ¿El menú venía con postre? ¿te vas a terminar el agua?

lunes, 7 de noviembre de 2011

Olor a húmedo

Pero, pero... ¡será posible! Si no hace ni una hora que saqué la ropa de la lavadora. ¿Qué desmane es éste?
¿Qué caprichosa alteración en las particulas de mis camisetas se ha producido que hace que éstas huelan a toalla de interrail? ¿Qué romance medieval se ha consumado a mis mojadas espaldas? ¿Es este el maridaje camiseta-gorro de piscina en el que estaba trabajando Adrià? ¿Será verdad que, como predijo la malvada gitana, no volveré a oler a algo que no sea calcetín de deporte?

¿Debo pasar página?
¿Asumir que los años de piel de culito de bebé y fragancia a Nenuco han terminado?
¿Admitir que ya nunca daré ese último estirón que me prometió el pediatra?
¿Que el carnet del club Napy ya nunca me llegará?
¿Que el esfuerzo físico que antes me suponía correr dos kilómetros a la pata coja, ahora es ampliamente superado por el efecto de levantarme de una silla?
¿Que los suspensos en Física tenían una base muy real?
¿Que mis otrora potentes ojos no son capaces de leer el periódico sin la ayuda de monóculo o lupa?
¿Que el sonotone nunca estuvo ni estará de moda?
¿Que no son marcas de expresión, son arrugas?
¿Que en el otoño de mi caída del pelo, no hay primavera que valga?
¿Que la diferencia entre una fruta madura y una pocha es cuestión de días?
¿Debo, pues, aceptar todas estas cosas?

No, quizás no sea necesario. Quizás solo deba volver a comprar detergente.

lunes, 31 de octubre de 2011

El viaje

Han pasado una,
Cuatro unidades de desplazamiento.

dos,
Unas monedas saltan en el salpicadero. Su sonido apenas puede atravesar la espesa capa creada por el ruido del motor que, como la lluvia a los coches que van en sentido contrario, nos envuelve.

tres,
Él, gafas y auriculares externos, sus ojos fijos en la carretera. Una amplía cicatriz en la base del cuello añade una cierta oscuridad a una cara que, a pesar de la edad, es eminentemente infantil. Conduce a más de 160 km por hora y todo pasa muy rápido; los pueblos, los letreros, los árboles... son figuras difusas que solo puedo intuir.
cuatro,
A su lado, ella parece dormir mecida por la música de su mp3 y los vaivenes del coche, pero su pelo teñido en diferente colores se agita a intervalos regulares cada vez que la violenta tos la obliga a ello. Al recostarme sobre la ventanilla, leo la inscripción de su tatuaje; "Espero que me perdones".
cinco,
A mi izquierda, ella, jersey con capucha elástica que se cierra en la frente, al modo de los tocados musulmanes, no levanta la vista de su teléfono, que teclea sin descanso y del que están conectados sus auriculares. En su regazo reposa un libro de costura.

seis horas. Final del recorrido.
No era necesario que llegara la noche para que se convirtieran en fantasmas.

lunes, 24 de octubre de 2011

El solitario

Señora, por Goethe, module un poco el tono de voz, déjenos leer el texto a nosotros o aplaste nuestras cabezas con el libro de gramática alemana, pero haga algo, que esto es insoportable.

Nada, no hay manera. A grandes males, grandes remedios. El móvil fuera de la cartera y Menú, Juegos, Solitario, Comenzar.

Bueno, bueno, bueno... qué apasionante reto me ha sido propuesto: siete cartas descubiertas, veintiuna ocultas y veinticuatro en el mazo en grupos de tres. Cómo me lo voy a pasar. Hasta la mano dibujada en el anverso de cada naipe parece darme ánimos.
Vamos a ir colocando este As ahí... Así, muy bien. Le damos la vuelta a la carta que estaba detrás y... Bueno, todavía no puedo hacer nada con el resto.
Venga, no pasa nada, vamos a descubrir las que hay en el mazo. Nada, nada, nada, ¡hey, un Cinco! ah, no que es de picas, nada, nada, nada, ¿nada? ¿Ya está? ¿Se ha acabado el mazo y ni una carta me vale? ¿Pero que esto? ¿Qué concepto de la diversión tiene el fabricante?

En fin, Nuevo Juego.
Ahora sí, el Tres sobre el Cuatro y el Diez sobre la J. Descubrimos y... nada.
Bueno, hay que empezar con el mazo. Nada, nada, nada, nada, nada, nada, nada y ¿un Dos? ¿Me dais un Dos para colocar en la última tanda del mazo? ¿Me estáis vacilando?

Hum... Nuevo Juego.
Nada que mover...
Paciencia, a ver en el mazo: Nada, nada, nada, nada, nada, nada, nada, nada. Ejem.

Nuevo Juego.
Nada.
Y en el mazo... Nada, nada, nada, nada, nada, ¿me acaba de hacer un corte de mangas la mano del anverso?, nada, nada, nada. EJEM.

Nuevo Juego.
Nada y... nada.

...

Sí, no hay duda. La mano me está saludando.
Con el dedo corazón.

lunes, 17 de octubre de 2011

Cojo

Cojito, me he quedado cojito para el resto de mi vida.
Yo, que fui ejemplo a seguir por mis compañeros del colegio en las pruebas de atletismo. Yo, que porté la antorcha olímpica en Barcelona 92. -Voy a cargar un poco más el peso en la pierna izquierda- Yo, que caminé junto a Luther King sobre Washington. Yo, que sustituí la baja laboral de Hermes por un problema de juanetes.

Todo eso se terminó, se acabó. Los años de gloria han llegado a su fin. El corneta del tercer regimiento toca a retaguardia. -Nada, que la gente sigue sin darse cuenta de mi drama- Los días de vino y rosas se tornaran en sopitas de pollo y geranios.
La mía será una existencia de postración. Una existencia condenada a marchitarse en un cuerpo inútil, cárcel de un alma que querría ser libre, libre...
Libre para ir a las reuniones de vecinos, libre para abrir al cartero si el telefonillo no funciona, -Y esta anciana que no me cede el asiento...- libre para bajar al mercado y decirle al carnicero: Soy un hombre libre y necesito mi libertad, póngame tres filetes finos de tapilla. No, de ese no, que tiene mucho nervio.

Tú y solo tú serás báculo de mi vejez, oh rama recién encontrada y ya venerada. Tú guiarás mis pasos ciegos. Tú soportarás el peso de mi dolor. -¿Debo retorcerme en el suelo para captar su atención? ¿Es eso lo que quiere? ¿Ver mi cara descompuesta suplicando por el asiento reservado a embarazadas?- Este dolor reciente pero ya inseparable, fruto emponzoñado de interminables paseos, calle arriba, calle abajo, con parada en dolorosos museos.

Una cojera hija de la cultura. Una victima más de la temida visita materna.

lunes, 10 de octubre de 2011

El chicle

El momento en el que entro con la recepcionista en la sala de entrevistas.
El momento en el que me siento y repaso mi curriculum.
El momento en el que descubro que tengo un chicle en la suela del zapato.
El momento en el que mi cara palidece.
El momento en el que quito el chicle y lo tiro debajo de la mesa.
El momento en el que miro a la puerta.
El momento en el que miro al chicle.
El momento en el que miro a la puerta.
El momento en el que miro al chicle.
El momento en el que me muerdo las uñas.
El momento en el que miro a la puerta.
El momento en el que miro al chicle.
El momento en el que miro a la puerta.
El momento en el que miro al chicle.
El momento en el que recojo el chicle.
El momento en el que me meto el chicle en la boca.
El momento en el que hago esfuerzos por tragarme el chicle.
El momento en el que respiro con cara de alivio.
El momento en el que miro el curriculum.
El momento en el que me estiro con cara de felicidad.
El momento en el que veo mi reflejo en la cámara instalada en el techo.

lunes, 3 de octubre de 2011

La niña

Ando.
La felicidad de una niña saludando insistentemente al otro lado de la calle hace que me pare y busque la persona a quien se dirige.
Un viento frío me impulsa a subir la cremallera de mi chupa.
No hay nadie al otro lado de la calle, ni en la acera, ni en ninguna de las ventanas del edificio. Busco de forma denodada alguien que, aún sin pretenderlo, sea causa y razón del comportamiento de la chiquilla. Sigo el trazo invisible de sus saludos. Escudriño hasta el último rincón.
Pero no hay nadie.

No. Sí, sí hay algo. Una presencia, quizás un conjunto de ellas. No las veo ni las siento pero se que están ahí.
Todos los movimientos de la niña declaran un dialogo inequívoco con ellas, aunque no obtenga respuesta.

Sí, es un dialogo, pero ¿con quien? me pregunto desesperado ¿con quien?

lunes, 26 de septiembre de 2011

El inodoro

Arrodillado con el culo en pompa. El cuerpo proyectado hacia adelante. El antebrazo forma una V con el brazo al introducirse en la parte posterior del retrete. El sudor corre profusamente por la cara, aplastada contra la pared. Todos los músculos en tensión.
Por un momento creo formar parte del reparto de la versión para adultos de Mario Bros, a punto de caramelo para recibir la preciada seta.

El tornillo parecer girar, pero un momento de dislexia, de confusión infantil entre derecha e izquierda, norte y sur, me hace dudar; ¿seguro que lo estoy aflojando? Llevo ya un par de minutos con el destornillador en la mano y solo he conseguido dos vahídos y un calambre.
En esos instantes de incertidumbre, recibo el premio a mis esfuerzos; una araña patilarga sale del nido que he debido destruir y desfila a escasos centímetros de mi cara en señal de protesta. Impasible el ademán, no dejo que me distraigan ninguna de sus ocho patas, su cuerpo ligeramente cubierto de pelo, sus dos quelíceros o sus tres pares de ojos, fijos en mi.

Siguiendo sus precisas indicaciones, dirigidas con aire marcial desde la punta de mi nariz, termino el trabajo y me incorporo para comprobar el resultado; en un museo, como parte de una exposición de arte povera, podría dar el pego. En casa de mi abuelos, con el único propósito de ser centro de asueto y alivio, pone en serias dificultades incluso a quien solo se encuentra en un trance de aguas menores.

lunes, 19 de septiembre de 2011

El curso de cocina

¿Qué hago aquí? ¿Cómo he llegado hasta aquí? En este curso no hay más que abuelas...
Bueno ¿qué esperaba? Sabrosos Bocaditos de Dubai no es precisamente un reclamo a la juventud berlinesa...

Sí, sí, ya me encargo yo, usted puede ponerse con el perejil y la menta.
Ala, venga, ahora, a picar ajos.

En realidad, no sé de qué me quejo, me encanta el olor a ajo. Si por mi fuera, picaría ajos todos los días. Es un olor realmente agradable, penetrante pero no hiriente.
Pero no, no puedo picar ajos todos los días porque los fascistas de los olores se me echarían encima.
¿No huele a ajo? - diría un cretino.
Buf, sí, qué peste, ajo - contestaría otra pánfila.

Rellenar decenas de formularios por Internet con la precisión de un relojero. Completar psicotécnicos que harían arquear una ceja a Pitagoras. Sobrellevar el clima de falsa confianza de la entrevista con recursos humanos. Vestir un impecable traje azul en la reunión con el coordinador del proyecto y sugerir líneas de acción. Despedirse con un apretón de manos de pacto con el diablo. Mano sobre mano. Mis dos manos cubriendo su mano derecha. Mis dos manos transmitiendo a su mano derecha el olor de los dientes de ajo que con meticulosidad he cortado y picado con el único propósito de impregnarme de su olor.

Dejar un futuro profesional brillante en la cuerda floja de una duda.

lunes, 12 de septiembre de 2011

El artista

Venga, va, a por todas, camiseta fuera, que un día es un día y hoy no llueve.
Ah, esto es vida... Notar como el Sol calienta cada parte de mi cuerpo, sentir sus rayos en las piernas, en los brazos, en el pecho, en... en... ¡los ojos! Nada, así no hay quien lea. A ver si cambiando de postura...

Bueno, ahora no tengo el cielo azul como fondo pero por lo menos me puedo recrear viendo a ese artista en acción.
¡Qué dedicación! ¡Qué encomiable abnegación! Sus ojos solo se separan de la cuartilla el tiempo necesario para fijar en su mente la figura del árbol que, con visible pasión, está dibujando.
Cómo me gustaría ser un verdadero asceta y, ajeno a las frivolidades del mundo material, gozar como él goza de la simple contemplación de un árbol y su captura en una libreta.
Qué ejemplo para todos nosotros; a pesar de que dibujar boca abajo debe ser notablemente más difícil, este buen hombre ha debido considerar que así se sentía más unido a su árbol, más en comunión con su desafiante energía y ha adoptado esa postura.
Lo único que... ¿qué hace? ¿Se está restregando contra la hierba? No entiendo, ¿será un ecologista radical?
Qué ecologista ni que vegano muerto, ¡está culeando en el verdín! ¡detrás del árbol hay una chica dormida con las piernas abiertas!

Mejor miro para otro lado no vaya a ser que me busque un problema.
Esto está mejor, un perro corriendo detrás de su dueño. Una imagen cotidiana. Inocua. Desligada de cualquier connotación perturbadora.

lunes, 5 de septiembre de 2011

El perro

Voy en bici y al final de la calle lo veo; un señor pasea un perro que, eufórico, brinca a su alrededor. Hay una simbiosis entre las idas y venidas del chucho y el juego del dueño aflojando y tensando la cuerda que les une.
Muy bonito, sí, pero ¿por qué está tan contento el perro? ¿Es que nunca le han sacado de paseo?
No entiendo de animales pero ¿es normal que babee tanto? ¡Va dejando un reguero de saliva a su paso! Y, esos saltos ¿no le hacen daño? Si casi se golpea la cabeza contra el suelo al caer.

Joder, ahora lo veo mejor, se la está golpeando. ¿Por qué hace eso? ¿Por qué el dueño sigue sonriendo? ¡¿Qué es esto?!

Ese perro tiene la rabia y su amo, o es idiota o un genio loco. Y me da igual que en su casa sepa resolver la hipótesis de Riemann si ahora mismo está a sólo unos metros de mí paseando un perro con la rabia.

¿Estoy vacunado? ¿Siguen vacunando de la rabia? Creo que no, creo que ya solo vacunan a las embarazadas. ¿O esa es la de la rubeola? Desearía haberme vacunado de las dos... Y de la polio. Estas piernas tan delgadas no son normales.

Lo veo venir; me va a saltar encima... ¿Qué hago? ¿Le intento atropellar? ¿Le doy una patada antes de que me ataque?
Ya está ahí...
Ay, qué me salta encima, qué me salta.
Ah, no, se va al otro lado, qué bien.

Realmente son delgadas, demasiado delgadas.
Tengo que preguntar a mi madre, quizás se le pasó vacunarme.

lunes, 29 de agosto de 2011

Tortilla de patatas

Ah, esto es vida...
El sol calentando mi cuerpo, el aire refrescando la atmósfera con ecos del lago adyacente y la naturaleza desplegando sus encantos veraniegos en este bello rincón naturista.

Qué bien, a pesar del par de horas que ha estado en el taper, sigue estando razonablemente caliente y jugosita.
Cómo cambiamos las personas. Con lo que a mí me gustaba la tortilla de patatas de bar de carretera, dura como una piedra, inexpugnable al cuchillo invasor, ¡Santiago y cierra, España!, y ya ves, con la excusa de que a la gente le gusta más blandita, aquí estoy, regocijándome en las viscosidades de este huevo que, casi casi, chorrea por el tenedor como si de un simpático chimpancé descolgándose por una liana se tratara.
No se, será la edad, que no perdona.
Hablando del paso de los años, por ahí va un venerable anciano.
Pero ¿qué hace? ¿Se está poniendo a cuatro patas? ¡No, no, no! No recoja la cartera así, señor, no.
Oh, no...

Laxa carne la de esas piernas, antaño columnas de hércules, hoy sombras fofas de lo que fueron, unidas en un culo flácido. Laxa carne que con sus morbosidades parece invitar a un perverso juego; ven, mira, soy maleable, ¿quieres ver como mis pliegues se agitan al son del viento?. Laxa carne cuyo centro de poder es un ojete que, desde su negritud desvergonzada, me interpela directamente, retándome a llevar a la boca el esponjoso trozo de tortilla que pende de mi tenedor.
Laxa carne.

lunes, 22 de agosto de 2011

A caballo

¡Qué porte! ¡Qué distinción! Allá por donde paso voy causando admiración.
La gente se gira y desde abajo me mira.

Señor...

Es el relincho de mi caballo, sin duda ya legendario. El color blanco de su pelaje, que combina con el gris de mi traje, solo se ve en su lomo interrumpido por motas de un negro deconstruido.
Y si más rápido quiero cabalgar, solo tengo que la brida soltar.

Señor, digo que...

Mira, mira como esa mujer me mira. Es que cuando descabalgo, luzco siempre tan gallardo, que, del sombrero a la bota, lo que valgo, se nota.

Señor, por favor le pido, pare con sus delirios. La gente se gira a su paso, sí, pero porque lo que usted llama blanco corcel, es en realidad bicicleta salpicada de manchas de grasa. Que no son relinchos, le digo, que son de los pedales, chirridos. La brida es cadena, el sombrero gorro de rapero y no me haga mencionar que lo que como bota ha dado en llamar, son los pantalones metidos por dentro del calcetín. ¡Es una estampa que espanta!

Pero, amigo mío, ¿todavía no has aprendido que somos quienes creemos ser, y no como los demás nos quieren ver?

lunes, 15 de agosto de 2011

Cinco euros

Cinco euros sin consumición...
Ir entrando que voy a hacer una llamada.

Juraría que estaba en el pantalón... ¿Quizás en la chupa?
Ah, mira, lo había metido en el bolsillo de los condones.
Un momento por favor... se conoce que había un trozo de chicle y se ha pegado en el forrito, qué tontería, ¿verdad? jejeje
Aquí está, como nuevo, cinco euros como cinco soles.
Ups, que se escapa. Qué torpe estoy.
Por favor, ¿podrías levantar el pie? No, el otro. No, no, tú no, tu novia. Vaya, qué embarazoso, se ha pegado al tacón. Como quedaba un poquito de chicle... No, hombre, no, yo soy un tipo serio. Su novia tiene unos pies muy bonitos, unas piernas formidables y un tatuaje en la cara interna del muslo ciertamente sensual pero mi único afán y proposito es el de recuperar este billetito tan rebelde, entregarselo a este joven de treintaipico tan dinámico que lleva una gorrita oldschool y pasar un rato agradable bailando con está música tan juvenil y tan... popular, ¿no? Porque esto que oigo es lo que bailan en los pueblos del Peloponeso, ¿no?

Ahora sí, aquí tiene mis últimos cinco euros, todos para usted.
Pero ¿cómo mi culpa? Es usted el que ha tirado con exagerada fuerza. Yo solo lo sujetaba firmemente para que no se volviera a caer.
Mire, no vamos a discutir por un billete de cinco euros que se ha cortado ligeramente. Voy un momento a casa, le pongo un poco de celo y luego ya, si eso, vengo y se lo entrego para poder acceder a su templo de ocio musical. ¿Le parece?

lunes, 8 de agosto de 2011

Dolor de estomago

Bella estampa la de una persona arrodillada delante del inodoro, compartiendo con la loza palidez en la cara y pidiendo perdón por sus pecados.
Salvo modelos y personas con gusto por anorexias varias, gentes que seguro conseguirán hacer del vómito algo bello, el resto de la humanidad nos sentimos tirando a humillados en esa situación y vemos en el retrete más un enemigo a batir, que un amigo que nos comprende.
Estaba yo en esa tesitura y estado de ánimo, cuando pensé que mi dolor de estómago no debía ser tan agudo si, como me estaba sucediendo, no podía abstraerme del hecho que el váter estaba sucio.
No solo era su inapelable suciedad lo que me perturbaba, no. Un pelo, aventuro púbico, se erguía desde el otro extremo del retrete ofreciéndome comprensión; Esas gambas no tenían buena cara ¿miraste la fecha de caducidad? Hay que mirar siempre la fecha de caducidad. Y mejor comprar en el mercado, más fresco todo, hazme caso.
Era un pelo con buenas intenciones, no lo niego, pero no estaba yo para disquisiciones culinarias. Lo único que quería era vomitar en paz, libertad y unas condiciones de salubridad que ese inodoro no me estaba ofreciendo.

Es en esos delicados momentos, cuando el guiñapo en el que me veo convertido saca fuerzas de flaqueza, se levanta con expresión mareada, la tensión por los suelos y los violines en Allegro Maestoso directo al cerebro, y coge el instrumental de limpieza.
Guantes, desinfectante y balleta obran el milagro; de vulgar intoxicado por productos de mar a semidiós de la ablución.

lunes, 1 de agosto de 2011

Concierto en una iglesia

Qué bueno el primer violín, ¿eh? El segundo ha entrado un poco tarde pero ha sabido recomponerse. Y esa viola emite buenos sonidos. Ni muy graves ni muy agudos. Para entendernos, en el punto justo de sal.

Vivaldi puede darse por satisfecho; su memoria está siendo honrada con todas las garantías exigibles a un grupo de jubilados de entre 60 y 90 años en un estadio no muy avanzado de Parkinson.
Y, qué bien mueve los bracitos el director de orquesta. Mira, mira cómo lleva el compás y con que delicadeza entra el último Allegro siguiendo sus ordenes; ese contrabajo serio, esa flauta juguetona, esa Shakira cantando el Waka waka...
Ay madre, que no es una aportación postmoderna del director, que es el politono de una señora.
Ay, que Shakira está a punto de llegar al estribillo y el móvil sigue perdido en la infinitud del bolso.
Qué desastre, mira cómo sale la señora de la iglesia, todavía sin encontrar el móvil y con la pianista dudando si levantarse o no para hacer unos bailes sesis de cadera.

Es una pena que pasen estas cosas. No ya por la canción, que teniendo Shakira en su repertorio "Suerte", es una elección discutible, ni por el segundo violín, que tiene escrito en lo acuoso de su mirada que éste es su último concierto, si no porque esta pobre señora, por un despiste, por una nadería, por una llamada de su marido para recordarla que compre cerveza de oferta pero en botella de cristal, no de plástico que sabe peor, por un detallito de nada, decía, quede en evidencia delante de toda la congregación, la vergüenza la atenace de tal modo que no acuda a misa nunca más y, por consiguiente, acabe ardiendo en el Infierno por los siglos de los siglos.
Amén.

lunes, 25 de julio de 2011

La cita

Tirorirori, tirorirori.
Esto va sobre ruedas. Un par de anécdotas graciosas, un acercamiento sutil - quizás una mano que de pronto reposa sobre su brazo, quizás una suave caída de ojos - y esto está hecho.

Hum... bien mirado puede que sea más seguro dejarlo para el siguiente local... Bailar me da un poco de pereza pero está claro que ayuda.
Sí, decidido; termino de mear, la Meadita de la Victoria, la podría bautizar, acabamos la cerveza y propongo ir al otro garito.

No esperaba encontrármela tan receptiva. Con estas cosas nunca se sabe, ahí está la magia.
Bueno, la magia y este tipazo, porque ¡hay que ver cómo estoy! ¡Vaya cuerpo de escándalo! De la cabeza a los pies se nota que aquí hay... ¡Pis! ¡Me cago en diez, qué me he meado!

Joder... Y ahora ¿qué hago? A ver si con un poco de agua... ¡Bravo, bravo! Ahora tengo media pernera del pantalón mojada.
Nada, este papel no seca nada. Si me subo a la pileta y estiro mucho la pierna creo que puedo llegar al secamanos...

¿Cuanto tiempo llevo en el baño? Va a pensar que... No, no puedo correr ese riesgo, tengo que salir ya.
Tranquilidad, ante todo tranquilidad. Respira profundamente y cruza la puerta.
Así, muy bien.

Bah, andando lateralmente y con la carta de vinos estrategicamente situada tampoco se nota tanto...

lunes, 18 de julio de 2011

Medio pollo

¿Está libre? Sí.
El hombre se sienta frente a mí y, tras un vistazo a su comida, medio pollo en el centro de un plato blanco sin ninguna clase de acompañamiento, comienza a arrancar partes del ave y comerlas con las manos; primero las alitas, luego un trozo de piel, luego la carne que está debajo, etc.
Sorprendido, no puedo evitar quedarme mirando. Primero con estupefacción y, tras echar una ojeada a mi plato, con franca envidia después.

El hombre no se da cuenta porque está distraído mirando el culo de una rubia, pero yo no pierdo detalle de su masticar. De la trituración a la que somete a los trozos de cadáver que se entreven en cada una de sus acometidas. Toda mi atención centrada en el movimiento de sus dientes.
De pronto, creo ver plumas sobresalir de su boca y un trino atraviesa mi timpano. Incapaz de distinguir entre realidad y ficción, sopeso la posibilidad de lanzar un gruñido, enseñar los dientes, arrancarme la camiseta y pelear con este obrero de ojos azules por el trozo de carne que queda.
Pelear con él, pelear con el turco que nos intentaría detener y pelear con el resto de clientes. Destrozar el local a patadas y, triunfante, levantar el trozo de pollo en el aire en señal de victoria. Desear que el trozo fuera un bistec, estuviera crudo y sangrará al morderlo. Que la sangre resbalara por mi barbilla y mi pecho desnudo.

La rubia se ha ido, el hombre me está mirando inquisitivo y yo bajo la vista. Ahí siguen, impertérritas, mis verduritas hervidas.

lunes, 11 de julio de 2011

En bici

Cuando voy en bicicleta me sé superior a los peatones. Por eso, si alguno pisa ligeramente el carril-bici, obtiene un seco timbrazo como amonestación. Eso sí, soy un hombre justo y no hago distinción de raza, sexo, edad u orientación sexual.

Timbrazo al heterazo, por obvio y por pelmazo.
Timbrazo a la bollo, por esos trajes tan rollo.
Timbrazo al anciano, por salir a la calle tan temprano.
Timbrazo a la pija, por hacer que viéndola, me aflija.
Timbrazo al turista, por hacer de viajar, una lista.
Timbrazo al religioso, por ser un hijoputa y, además, peligroso.

También hay días en los que me siento magnánimo. Días en los que los asustados peatones me miran de frente con ojitos de ciervo en carretera y yo, acariciando ligeramente el timbre, les dirijo una mirada condescendiente. Para que sepan que, de haber querido, lo podría haber hecho sonar.

Ir perdonando vidas con la bici. El camino del guerrero mierdero.

lunes, 4 de julio de 2011

La planta

Comprar esa planta ha sido la peor idea del mundo. Estoy en constante tensión. No se si los bordes de sus hojas están un poco marrones por falta de riego o exceso de él. Quiero pensar que es una planta de exterior, pero quizás ni eso.
Tengo la sensación de que haga lo que haga, me voy a equivocar y matarla.

No duermo bien desde hace 10 días. Me despierto una, dos, tres veces cada noche. Ayer seis. No digo que esté relacionado pero es un hecho objetivo que la compra de la planta de dos euros y mis problemas de sueño han coincidido en el tiempo.
Qué enajenación, ¿no? Pensar que la suerte de sus hojas y mis horas de descanso corren en paralelo.
¿Os imagináis que me voy obsesionando más y más, que comienzo a cuidar la planta de forma enfermiza buscando dormir más de cinco horas seguidas? ¿Que cada vez que encuentro un nuevo reborde marrón, se me clava en el pecho como un estilete pues se que esa noche la pasaré en vela?

Una dedicación que se va haciendo más y más absorbente. No salir de casa para ver si mejora. Dejar de comer. Beber el agua de una misma jarra de cristal para intentar comprender qué ocurre. Vivir por y para una planta que insiste en morir.
Un hombre desplomado sobre una ventana. Un pañito húmedo agarrado por una mano crispada que reposa sobre una planta muerta.
Dormir al fin.

lunes, 27 de junio de 2011

La semilla

Ya no hay humanidad.

Cuando las cosas van bien, todo son sonrisas, ellas, o viriles palmadas en la espalda, ellos. Pero basta un pequeño error, para que un prestigio labrado a base de ingeniosos comentarios y chispeante espontaneidad se vaya al garete.
Yo notaba que me miraban raro. Como si hubiera descendido de ese peldaño extra en el que suelo encontrarme y estuviéramos a la misma altura, pero no terminaba de entender qué ocurría. Hasta que he ido al baño y, haciendo un poco el zoolander en el espejo, he visto que tenía una semilla negra como la noche que te dejó tu primera novia entre los dientes.
Ese maldito panecillo integral estaba bien bueno, pero supo jugar sus cartas y me ha puesto en una posición complicada. No solo porque ahora no puedo quitarme el fruto de sus entrañas, si no, sobre todo, por lo inesperado de la situación.
Cuando uno come pipas, sabe que corre un riesgo, le ve las orejas al lobo y aún así da un paso adelante, con valentía, pero esto... esto no se hace. Son bajas civiles innecesarias. Es volar todos los puentes. ¿Nadie piensa ya en los niños?

Panecillo desagradecido, hora y media de clase, y hora y media tapándome con el cartelito de la boca feliz dibujada. El cartelito de los anuncios de pasta dentífrica. El cartelito 15M para las emergencias bucodentales.

lunes, 20 de junio de 2011

El periódico

Son 38 centímetros de ancho por 57 de largo en 38 páginas divididas en 5 secciones independientes.

Cojo el periodico; Cultura se escurre por la parte de abajo y el resto de secciones, menos tímidas, se doblan hacia adelante para saludarme al modo japonés. Recoloco a Cultura y un orgulloso Deportes aprovecha la coyuntura para asomar la cabeza por encima de los demás. Con el periodico en horizontal, devuelvo a Deportes a su posición original.
Aferrando con los pulgares el meridiano del periódico, procedo a elevarlo lentamente en vertical. Leo dos titulares. Lo abro. 76 centímetros de ancho repartidos en 12 imponentes columnas me contemplan. Asombrado ante tamaño despliegue informativo, no reparo en que Economía, Deportes y Salud han decidido separarse de Cultura y Política. Intento hacerles entrar en razón, mediar entre ambas partes, pero su decisión es firme; en mi suelo se encuentran más agusto. Me resigno y dirijo mi vista a la tercera página; una interesante comparativa de centrales nucleares me espera. Comienzo a leer el artículo pero los años pesan y, tras cinco minutos, tengo calambres en los bíceps. Con los brazos extendidos parezco un cristo. El Cristo de la Noticia, que murió por tus cartas al director.
Intento retornar a los manejables 38 centímetros iniciales pero durante el giro la situación se descontrola y Cultura, con Popeye en portada guiñándome un ojo, cae al suelo seguido de la central de Chernobyl y el resto de Política. Solo la cara anterior a la portada, sostenida por mi mano izquierda, ha conseguido salvarse del desastre. Desolado, miro su contenido; El Papa, de vacaciones en Costa de Marfil, se moja los pies en la playa.