lunes, 5 de septiembre de 2011

El perro

Voy en bici y al final de la calle lo veo; un señor pasea un perro que, eufórico, brinca a su alrededor. Hay una simbiosis entre las idas y venidas del chucho y el juego del dueño aflojando y tensando la cuerda que les une.
Muy bonito, sí, pero ¿por qué está tan contento el perro? ¿Es que nunca le han sacado de paseo?
No entiendo de animales pero ¿es normal que babee tanto? ¡Va dejando un reguero de saliva a su paso! Y, esos saltos ¿no le hacen daño? Si casi se golpea la cabeza contra el suelo al caer.

Joder, ahora lo veo mejor, se la está golpeando. ¿Por qué hace eso? ¿Por qué el dueño sigue sonriendo? ¡¿Qué es esto?!

Ese perro tiene la rabia y su amo, o es idiota o un genio loco. Y me da igual que en su casa sepa resolver la hipótesis de Riemann si ahora mismo está a sólo unos metros de mí paseando un perro con la rabia.

¿Estoy vacunado? ¿Siguen vacunando de la rabia? Creo que no, creo que ya solo vacunan a las embarazadas. ¿O esa es la de la rubeola? Desearía haberme vacunado de las dos... Y de la polio. Estas piernas tan delgadas no son normales.

Lo veo venir; me va a saltar encima... ¿Qué hago? ¿Le intento atropellar? ¿Le doy una patada antes de que me ataque?
Ya está ahí...
Ay, qué me salta encima, qué me salta.
Ah, no, se va al otro lado, qué bien.

Realmente son delgadas, demasiado delgadas.
Tengo que preguntar a mi madre, quizás se le pasó vacunarme.

2 comentarios:

  1. tiraré de tópicos: muerto el perro se acabó la rabia...

    ResponderEliminar
  2. ajaja me ha hecho gracia... este personaje atormentado que escribe... ansia viva...

    ResponderEliminar