lunes, 29 de agosto de 2011

Tortilla de patatas

Ah, esto es vida...
El sol calentando mi cuerpo, el aire refrescando la atmósfera con ecos del lago adyacente y la naturaleza desplegando sus encantos veraniegos en este bello rincón naturista.

Qué bien, a pesar del par de horas que ha estado en el taper, sigue estando razonablemente caliente y jugosita.
Cómo cambiamos las personas. Con lo que a mí me gustaba la tortilla de patatas de bar de carretera, dura como una piedra, inexpugnable al cuchillo invasor, ¡Santiago y cierra, España!, y ya ves, con la excusa de que a la gente le gusta más blandita, aquí estoy, regocijándome en las viscosidades de este huevo que, casi casi, chorrea por el tenedor como si de un simpático chimpancé descolgándose por una liana se tratara.
No se, será la edad, que no perdona.
Hablando del paso de los años, por ahí va un venerable anciano.
Pero ¿qué hace? ¿Se está poniendo a cuatro patas? ¡No, no, no! No recoja la cartera así, señor, no.
Oh, no...

Laxa carne la de esas piernas, antaño columnas de hércules, hoy sombras fofas de lo que fueron, unidas en un culo flácido. Laxa carne que con sus morbosidades parece invitar a un perverso juego; ven, mira, soy maleable, ¿quieres ver como mis pliegues se agitan al son del viento?. Laxa carne cuyo centro de poder es un ojete que, desde su negritud desvergonzada, me interpela directamente, retándome a llevar a la boca el esponjoso trozo de tortilla que pende de mi tenedor.
Laxa carne.

1 comentario:

  1. Jaja, me parto con esta entrada.
    Y lo de la tortilla, está claro que con el huevo poco hecho y con mucha cebollita esta mucho mejor.

    Un abrazo

    P.

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