lunes, 26 de septiembre de 2011

El inodoro

Arrodillado con el culo en pompa. El cuerpo proyectado hacia adelante. El antebrazo forma una V con el brazo al introducirse en la parte posterior del retrete. El sudor corre profusamente por la cara, aplastada contra la pared. Todos los músculos en tensión.
Por un momento creo formar parte del reparto de la versión para adultos de Mario Bros, a punto de caramelo para recibir la preciada seta.

El tornillo parecer girar, pero un momento de dislexia, de confusión infantil entre derecha e izquierda, norte y sur, me hace dudar; ¿seguro que lo estoy aflojando? Llevo ya un par de minutos con el destornillador en la mano y solo he conseguido dos vahídos y un calambre.
En esos instantes de incertidumbre, recibo el premio a mis esfuerzos; una araña patilarga sale del nido que he debido destruir y desfila a escasos centímetros de mi cara en señal de protesta. Impasible el ademán, no dejo que me distraigan ninguna de sus ocho patas, su cuerpo ligeramente cubierto de pelo, sus dos quelíceros o sus tres pares de ojos, fijos en mi.

Siguiendo sus precisas indicaciones, dirigidas con aire marcial desde la punta de mi nariz, termino el trabajo y me incorporo para comprobar el resultado; en un museo, como parte de una exposición de arte povera, podría dar el pego. En casa de mi abuelos, con el único propósito de ser centro de asueto y alivio, pone en serias dificultades incluso a quien solo se encuentra en un trance de aguas menores.

lunes, 19 de septiembre de 2011

El curso de cocina

¿Qué hago aquí? ¿Cómo he llegado hasta aquí? En este curso no hay más que abuelas...
Bueno ¿qué esperaba? Sabrosos Bocaditos de Dubai no es precisamente un reclamo a la juventud berlinesa...

Sí, sí, ya me encargo yo, usted puede ponerse con el perejil y la menta.
Ala, venga, ahora, a picar ajos.

En realidad, no sé de qué me quejo, me encanta el olor a ajo. Si por mi fuera, picaría ajos todos los días. Es un olor realmente agradable, penetrante pero no hiriente.
Pero no, no puedo picar ajos todos los días porque los fascistas de los olores se me echarían encima.
¿No huele a ajo? - diría un cretino.
Buf, sí, qué peste, ajo - contestaría otra pánfila.

Rellenar decenas de formularios por Internet con la precisión de un relojero. Completar psicotécnicos que harían arquear una ceja a Pitagoras. Sobrellevar el clima de falsa confianza de la entrevista con recursos humanos. Vestir un impecable traje azul en la reunión con el coordinador del proyecto y sugerir líneas de acción. Despedirse con un apretón de manos de pacto con el diablo. Mano sobre mano. Mis dos manos cubriendo su mano derecha. Mis dos manos transmitiendo a su mano derecha el olor de los dientes de ajo que con meticulosidad he cortado y picado con el único propósito de impregnarme de su olor.

Dejar un futuro profesional brillante en la cuerda floja de una duda.

lunes, 12 de septiembre de 2011

El artista

Venga, va, a por todas, camiseta fuera, que un día es un día y hoy no llueve.
Ah, esto es vida... Notar como el Sol calienta cada parte de mi cuerpo, sentir sus rayos en las piernas, en los brazos, en el pecho, en... en... ¡los ojos! Nada, así no hay quien lea. A ver si cambiando de postura...

Bueno, ahora no tengo el cielo azul como fondo pero por lo menos me puedo recrear viendo a ese artista en acción.
¡Qué dedicación! ¡Qué encomiable abnegación! Sus ojos solo se separan de la cuartilla el tiempo necesario para fijar en su mente la figura del árbol que, con visible pasión, está dibujando.
Cómo me gustaría ser un verdadero asceta y, ajeno a las frivolidades del mundo material, gozar como él goza de la simple contemplación de un árbol y su captura en una libreta.
Qué ejemplo para todos nosotros; a pesar de que dibujar boca abajo debe ser notablemente más difícil, este buen hombre ha debido considerar que así se sentía más unido a su árbol, más en comunión con su desafiante energía y ha adoptado esa postura.
Lo único que... ¿qué hace? ¿Se está restregando contra la hierba? No entiendo, ¿será un ecologista radical?
Qué ecologista ni que vegano muerto, ¡está culeando en el verdín! ¡detrás del árbol hay una chica dormida con las piernas abiertas!

Mejor miro para otro lado no vaya a ser que me busque un problema.
Esto está mejor, un perro corriendo detrás de su dueño. Una imagen cotidiana. Inocua. Desligada de cualquier connotación perturbadora.

lunes, 5 de septiembre de 2011

El perro

Voy en bici y al final de la calle lo veo; un señor pasea un perro que, eufórico, brinca a su alrededor. Hay una simbiosis entre las idas y venidas del chucho y el juego del dueño aflojando y tensando la cuerda que les une.
Muy bonito, sí, pero ¿por qué está tan contento el perro? ¿Es que nunca le han sacado de paseo?
No entiendo de animales pero ¿es normal que babee tanto? ¡Va dejando un reguero de saliva a su paso! Y, esos saltos ¿no le hacen daño? Si casi se golpea la cabeza contra el suelo al caer.

Joder, ahora lo veo mejor, se la está golpeando. ¿Por qué hace eso? ¿Por qué el dueño sigue sonriendo? ¡¿Qué es esto?!

Ese perro tiene la rabia y su amo, o es idiota o un genio loco. Y me da igual que en su casa sepa resolver la hipótesis de Riemann si ahora mismo está a sólo unos metros de mí paseando un perro con la rabia.

¿Estoy vacunado? ¿Siguen vacunando de la rabia? Creo que no, creo que ya solo vacunan a las embarazadas. ¿O esa es la de la rubeola? Desearía haberme vacunado de las dos... Y de la polio. Estas piernas tan delgadas no son normales.

Lo veo venir; me va a saltar encima... ¿Qué hago? ¿Le intento atropellar? ¿Le doy una patada antes de que me ataque?
Ya está ahí...
Ay, qué me salta encima, qué me salta.
Ah, no, se va al otro lado, qué bien.

Realmente son delgadas, demasiado delgadas.
Tengo que preguntar a mi madre, quizás se le pasó vacunarme.