lunes, 17 de octubre de 2011

Cojo

Cojito, me he quedado cojito para el resto de mi vida.
Yo, que fui ejemplo a seguir por mis compañeros del colegio en las pruebas de atletismo. Yo, que porté la antorcha olímpica en Barcelona 92. -Voy a cargar un poco más el peso en la pierna izquierda- Yo, que caminé junto a Luther King sobre Washington. Yo, que sustituí la baja laboral de Hermes por un problema de juanetes.

Todo eso se terminó, se acabó. Los años de gloria han llegado a su fin. El corneta del tercer regimiento toca a retaguardia. -Nada, que la gente sigue sin darse cuenta de mi drama- Los días de vino y rosas se tornaran en sopitas de pollo y geranios.
La mía será una existencia de postración. Una existencia condenada a marchitarse en un cuerpo inútil, cárcel de un alma que querría ser libre, libre...
Libre para ir a las reuniones de vecinos, libre para abrir al cartero si el telefonillo no funciona, -Y esta anciana que no me cede el asiento...- libre para bajar al mercado y decirle al carnicero: Soy un hombre libre y necesito mi libertad, póngame tres filetes finos de tapilla. No, de ese no, que tiene mucho nervio.

Tú y solo tú serás báculo de mi vejez, oh rama recién encontrada y ya venerada. Tú guiarás mis pasos ciegos. Tú soportarás el peso de mi dolor. -¿Debo retorcerme en el suelo para captar su atención? ¿Es eso lo que quiere? ¿Ver mi cara descompuesta suplicando por el asiento reservado a embarazadas?- Este dolor reciente pero ya inseparable, fruto emponzoñado de interminables paseos, calle arriba, calle abajo, con parada en dolorosos museos.

Una cojera hija de la cultura. Una victima más de la temida visita materna.

No hay comentarios:

Publicar un comentario