lunes, 7 de noviembre de 2011

Olor a húmedo

Pero, pero... ¡será posible! Si no hace ni una hora que saqué la ropa de la lavadora. ¿Qué desmane es éste?
¿Qué caprichosa alteración en las particulas de mis camisetas se ha producido que hace que éstas huelan a toalla de interrail? ¿Qué romance medieval se ha consumado a mis mojadas espaldas? ¿Es este el maridaje camiseta-gorro de piscina en el que estaba trabajando Adrià? ¿Será verdad que, como predijo la malvada gitana, no volveré a oler a algo que no sea calcetín de deporte?

¿Debo pasar página?
¿Asumir que los años de piel de culito de bebé y fragancia a Nenuco han terminado?
¿Admitir que ya nunca daré ese último estirón que me prometió el pediatra?
¿Que el carnet del club Napy ya nunca me llegará?
¿Que el esfuerzo físico que antes me suponía correr dos kilómetros a la pata coja, ahora es ampliamente superado por el efecto de levantarme de una silla?
¿Que los suspensos en Física tenían una base muy real?
¿Que mis otrora potentes ojos no son capaces de leer el periódico sin la ayuda de monóculo o lupa?
¿Que el sonotone nunca estuvo ni estará de moda?
¿Que no son marcas de expresión, son arrugas?
¿Que en el otoño de mi caída del pelo, no hay primavera que valga?
¿Que la diferencia entre una fruta madura y una pocha es cuestión de días?
¿Debo, pues, aceptar todas estas cosas?

No, quizás no sea necesario. Quizás solo deba volver a comprar detergente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario