lunes, 13 de febrero de 2012

En el Ikea

2314, 2314...
No me puedo creer que haya olvidado el número de la tarjeta. ¿Era 2314?
¿Qué tenía yo qué comprar? Una almohada y una colcha, sí.
Pues vamos bien, voy cargando con una lampara, una alfombra, un plato, dos cucharones y ni rastro de la zona dormitorio.
¿También venden plantas? Con la última no me fue muy bien, pero tal vez una de interior...

2314...
¿Qué hago si no es el número? Tendré que dejarlo todo en la caja y morirme de vergüenza.
Aquí están las almohadas. Hay quinientos tipos... ¿Goza Tulipán? ¿Goza Pinga? ¿Para dormir boca arriba, boca abajo, de lado? ¿Es una broma?
Tenía que haber cogido un carrito o una bolsa, esto pesa mucho y apenas veo por donde voy.
¡Eh, tienen toallas!

2314...
Quizás es mejor no pensar en números, solo cerrar los ojos y teclear.
Uf, tengo que descansar, me va a dar un tirón... ¡Pero si estoy donde las colchas!
Esa es bonita. ¿¡30 pavos!?
Y esa de gris azulado... ¿también 30?
Entiendo, las bonitas 30 y las feas 15.
A ver si puedo minimizar el desastre estético.
Vaya obra maestra del diseño sueco; rojos, rosas y morados golpeándose los unos a los otros en una guerra en la que todos pierden.
¡Qué didáctica! Letras con fuente Comic Sans danzando en lo que parece ser un orden arbitrario pero que, seguro, leído en el orden correcto, forma la palabra "socorro".
¿Y este horror? ¿Quién puede comprarlo? Circulitos verdes que parecen contagiar de algo muy chungo al que ose cubrirse con ella.
¿Cómo? ¿8 euros? Hum...

¿2314?
Ha llegado el momento de la verdad.
La cajera parece simpática.
Me coge la tarjeta y ¿se lo explico antes de probar o me hago el sorprendido al fallar?
Firma digital. Ah, pues muy cómodo, qué bien.

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