lunes, 27 de febrero de 2012

Crema de calabacín

Hola. Crema de calabacín. Se puede comer fría, pero hoy la vamos a servir caliente, a mí me gusta más y se le puede echar queso por encima para que se funda. A partir de las 15:00. Pásese, ya verá como le gusta.

Las 15:02 y no hay nadie. Bueno, mejor, me ha quedado horrible. Muy liquida y sosa. Por no hablar de que eché siete hojas de laurel y solo he rescatado cinco.
Nada, que no hay manera de rectificar el punto de sal. Esto no sabe a nada y hay que asumirlo. Qué vergüenza, qué vergüenza...
No se vende ni de coña. ¿Cuantos litros puede haber aquí? Más de diez seguro, probablemente unos catorce. Le voy a meter un poco más de fuerza al fuego, a ver si se evapora más agua y queda más consistente.

¿Y este hombre? ¿Será amigo del dueño? Parece que no...
¡La está pidiendo! ¡Increíble!
Yo creo que detrás de esta columna no se nota que le estoy observando. Como mucho se me ve media nariz.
Ay, que está torciendo el morro... Con los nervios seguro que le he servido un cuenco con el laurel. Mira, ya hace ademán de levantarse. Ahora vendrá, dirá que la crema es un asco, que no va a volver y que por favor tengamos la decencia de devolverle su dinero o se verá obligado a llamar a la policía puesto que estamos trabajando sin licencia. Voy a pasar una noche sensacional en la comisaría rodeado de skinheads turcos. ¿Podrán mis barbas ganarme su respeto? ¿A quién puedo llamar para que aclare mi situación legal?

Ah, mira, no, se conoce que se ha levantado un poco de aire y solo quería ponerse el abrigo.
Qué mal rato, de verdad, qué mal rato, no vuelvo a hacer esto.

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