lunes, 5 de marzo de 2012

Mi nariz

Buf, cómo huele. Es un olor como, como... no sé describirlo. A ver... ¡buag, repugnante! No hay nada físico con lo que comparar el aire que sale de esta rueda pinchada. Huele a suspenso con 4,9, a confesión de infidelidad, a ideología de derechas enmascarada en política económica, a gira y disco de judas priest sin kk downing, a visita al proctólogo, a sentencia del Tribunal Supremo, a... argh, ¿por qué sigo oliéndolo? Con lo sensible que son mis pituitarias, y haciendo experimentos proustianos, anda que...

Realmente es una buena, noble nariz. Una nariz que se proyecta al futuro con confianza. Una nariz astuta, heredera de los más ilustres pueblos que habitaron la península ibérica.
Siglos de historia, de civilizaciones enfrentadas, concentrados en mi nariz.

Cuando introduzco un dedo en ella, soy el discípulo extranjero de Platón que, extasiado ante su creación, comprende y sale de la caverna.
Cuando me pica, cientos de mercaderes, vendo oro compro mirra barato barato, la rascan conmigo.
Cuando, desconfiado, la tuerzo, adopto el mismo gesto grave que el marino anónimo realizó al ver aproximarse un barco inglés.
Cuando la sueno, resuenan los ecos de las cavidades donde el maqui se escondía.

Mi nariz como legado de una estirpe.
Mi nariz como damnificada de un lunes con olor a Momentos Prescindibles con la cabeza en otra parte.

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