lunes, 19 de marzo de 2012

El dedal

Tiene que haber un sitio por aquí cercano donde vendan souvenirs.
Voy a preguntar en este quiosco.

Ya, claro. Que lo que tiene son periódicos y revistas pero no dedales.
Ya, sé que no es muy habitual, pero he pensado que podrían tener cosas como de regalo y... no se preocupen, señoras, que ya lo encontraré.
Bueno, es una idea, puedo probar ahí, pero yo me refiero a dedales con un dibujo de... vale, vale, señora, voy.

¡Vaya rollo me ha soltado! He tenido que ir a donde me indicaba sólo para que se quedara tranquila. ¡Cómo va a haber dedales con dibujos de Berlin en un supermercado!
Yo creo que ya puedo regresar...
Pues no, la vieja sigue ahí, observándome y señalándome el puñetero Lidl.
Sí, sí, ja já, ya lo veo, descuide.
La madre que la parió, viene aquí.

No, no se moleste, señora, que ya lo encuentro yo. De verdad, que no hace falta que me acompañe al supermercado. Déjeme al menos candar la... ¡Señora, por favor, que tengo 29 años, no necesito que me coja de la mano para cruzar la calle!
No, no lo está entendiendo, no es para coser, es un pequeño regalo para la madre de mi... no, no necesito el pack arcoiris de hilos de rosca. Pero ¿cómo recambios para la maquina de coser? Pero si yo... por favor, saqué ese juego de agujas del nº 17 al 13 del carrito. ¿Punzón? ¿Cómo? ¿Para qué? ¿Juego de botones? ¿Parches de Winnie the Pooh? ¿Gancho de ganchillo? ¿Cinta de medida? ¿Tiza de sastre?

Sí, un horror. Qué juventud. Increíble pensar que podrían robarme la bici por no ponerle el candado.
No, mire, de verdad, no quiero ir a su casa a tomar el té para que se me pase el disgusto.

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